Memoria sonora

Una herramienta para la construcción del relato de la experiencia concentracionaria en Argentina

 

Introduccion

 

El siguiente artículo se enmarca en un proyecto de investigación radicado en el Departamento de Humanidades y Artes, de la Universidad Nacional de Lanús1. Este proyecto se encuentra formalmente en su tercer año de investigación, luego de haber sido reformulado recientemente para extender el universo de estudio. Cabe destacar que durante los primeros dos años de trabajo hemos avanzado en el desarrollo de un marco teórico propio, lo cual nos permitió iniciar recientemente el trabajo de campo.

 

En primer lugar, vamos a definir a qué nos referimos cuando hablamos de memoria sonora, dado que es un enfoque relativo a la memoria colectiva que -hasta el momento- ha sido escasamente estudiado. Posteriormente, vamos a desarrollar las diversas relaciones que este aspecto de la memoria tiene con la historia argentina reciente, para dar cuenta, finalmente, de los avances logrados hasta el momento en el trabajo de campo realizado.

 

Memoria sonora


Para definir el concepto de memoria sonora es preciso referirse, en primera instancia y de forma muy breve, a ciertas características centrales de la audición.

 

El desarrollo de este sentido estuvo íntimamente ligado a la función de reconocimiento del entorno como un mecanismo de supervivencia, siendo el sentido de alerta por excelencia. El oído no sólo se mantiene activo durante toda nuestra existencia, incluso cuando dormimos, sino que también tiene la posibilidad de captar información que se encuentra fuera de nuestro registro visual. De este modo, a lo largo de nuestras vidas, es mucha la información que recibimos a través del sentido de la audición y que es procesada por nuestro sistema nervioso.

 

En este sentido, debemos distinguir dos instancias que componen la escucha del fenómeno sonoro. Por un lado, el sonido es una manifestación física claramente mensurable; es la propagación de una perturbación dentro de un medio elástico, como por ejemplo, el aire. La percepción de sus propiedades (altura, intensidad, timbre) es semejante en todas las personas, aunque podemos encontrar algunas diferencias como consecuencia de la edad, factores ambientales o alteraciones en el órgano auditivo. No es posible que todos percibamos del mismo modo, pero físicamente no hay grandes diferencias, dado que el fenómeno es uno solo.

 

Sin embargo, por otro lado, ante un estímulo determinado, y a pesar de percibir aproximadamente las mismas características físicas, cada persona analiza e interpreta la información sonora de manera diferente (Minsburg-Lutowicz, 2010: 4). La primera reacción ante un estímulo auditivo desconocido es la búsqueda de la fuente, queremos saber qué es lo que produce dicho sonido. Sin embargo, posteriormente puede surgir una instancia de análisis más profunda, donde el sonido no sólo adquiere sentido en función de su origen, sino también en relación a las experiencias personales y a la significación que les damos a los estímulos en función de éstas. Gran parte de los sonidos que percibimos a lo largo de nuestra vida adquieren significados que exceden el sonido en sí mismo, como hecho físico, estableciendo vinculaciones que superan la relación con la fuente de producción y que generan en cada individuo asociaciones diversas que dependerán de sus vivencias (Minsburg-Lutowicz, 2010: 8).

 

Así, en términos perceptivos, podríamos hablar del procesamiento de la señal para referirnos a un análisis cuantitativo de los datos extraíbles de ciertos parámetros físicos del sonido; y de procesamiento de la información en relación a un análisis de índole cualitativa, fundamentado en el hecho de que la información se construye y la comunicación sólo sucede a través de la habilidad cognitiva de cada escucha para distinguir qué datos son significativos de los resultados dados por el procesamiento de la señal (Truax, 2001: 19).

 

Los sonidos que percibimos pueden entenderse como signos en tanto que generan representaciones, no solo de la fuente que los produce, sino que también nos permiten realizar otras operaciones simbólicas basadas en ciertos patrones que se acumulan en nuestra memoria y que nos permiten vincular ciertos sonidos con un contexto dado y con un significado particular. Los sonidos remiten a una imagen acústica de la realidad circundante (Haye, 2004: 50). En este sentido, existen sonidos que en función de las imágenes que generan, cultural y socialmente aceptadas como tales por gran cantidad de personas, se constituyen en arquetipos o sonidos simbólicos, adquiriendo significados que exceden la fuente de emisión como objeto denotado y comportándose como metáforas. Un ejemplo de ello sería el sonido del agua corriendo, que por su textura y continuidad suelen funcionar como metáfora en el discurso sonoro para simbolizar el proceso de la vida (Carles, 1995: 5).

 

Para comprender mejor esta idea vamos a recurrir a un ejemplo cotidiano. Cuando escucho el auto de mis vecinos llegando por la noche, no solo reconozco la fuente "auto" sino que además sé que son alrededor de las veintitrés horas, porque ellos suelen regresar de trabajar en ese horario. El sonido del auto es un signo, una representación mental cuyo interpretante es otro signo que se relaciona con mis conocimientos y saberes, y me permiten vincular la percepción de ese sonido con un saber que he adquirido a partir de un hábito (la llegada de mis vecinos siempre a la misma hora). Partiendo de estos modelos de reconocimiento sonido-contexto-sentido, acumulados en nuestra memoria, podemos observar el enorme poder de evocación que tienen los sonidos. De este modo, el concepto de memoria sonora podría definirse como los diversos valores semánticos que adquieren los sonidos en función de la experiencia social y cultural de cada individuo, y que deriva del recuerdo emocional que éste tiene asociado a dicho sonido. Así, un mismo evento sonoro puede tomar distintos significados en función de la persona que los perciba, independientemente que ambos lo escuchen en el mismo momento. Por otra parte, ese cúmulo de significaciones particulares pueden ser afines entre distintos sujetos, construyendo así la memoria sonora de una comunidad (Herrero-Lutowicz, 2010: 172-173).

 

Es importante tener en cuenta que el término memoria sonora ha sido empleado previamente por importantes corrientes de la ecología acústica, en relación a la contaminación sonora y a la preservación de patrimonio sonoro y/o audiovisual2. Sin embargo, la ambigüedad con que había sido utilizado en diversas y disímiles ocasiones, nos llevó a la necesidad de estudiar en profundidad sus alcances para efectivizar una definición terminológica en el marco de este trabajo de investigación. Asimismo, hasta el momento su uso refería al valor de los sonidos en relación al primer nivel de análisis (reconocimiento de fuente), sin profundizar en los procesos de evocación posteriores.

 

La premisa subyacente en el criterio terminológico definidLa memoria sonora como un valor históricoo se fundamenta en la idea de que todo entorno sonoro puede ser leído e interpretado como un texto, basándonos en la noción del evento sonoro como un signo y en el enfoque comunicativo que Yuri Lotman (1979) le dio al término texto, considerándolo como cualquier comunicación realizada en un sistema de signos. En este sentido, el texto se constituye como un todo discursivo por medio del cual se realiza el proceso comunicativo, excediendo así el límite de los signos lingüísticos e incluyendo los no lingüísticos, como ser los sonidos. Así, ya no hablamos de una competencia textual para su interpretación, sino de una competencia comunicativa (Vilches, 1983). Un enfoque de este carácter acerca del concepto de texto nos permite poder aplicarlo como elemento estructurador de manifestaciones del lenguaje que sobrepasan lo netamente verbal o escrito. Si pensamos el sonido como un signo y la combinación de las unidades semánticas que constituyen esos signos en una línea secuencial, llegamos a la conclusión de que existe un nivel sintagmático de la estructura encadenada de significantes en una serie ordenada de tiempo, es decir, un texto sonoro.

 

La memoria sonora como un valor histórico

 

El ejemplo dado previamente refiere a una situación cotidiana, donde el reconocimiento o no del sonido del auto con su significado no reviste de mayor importancia que suponer un determinado horario. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la percepción de un sonido y el reconocimiento de su significado influyen en nuestras posibilidades de supervivencia en situaciones límites?

 

Imaginemos ahora el caso de una familia judía oculta en una habitación en la Alemania Nazi. Tal es la situación que podemos citar del diario escrito por la joven Ana Frank entre los años 1942 y 1944, relatando su vida escondida en la habitación trasera de unos almacenes, junto con su familia y otros judíos. En este escrito testimonial podemos encontrar diversas referencias a la relación de estas personas con los sonidos exteriores, los cuales servían para alertarlos de la presencia de extraños alrededor de su escondite. Esto provocaba, como podremos ver en el fragmento citado a continuación, una situación de enorme tensión y silencio absoluto, ante la posibilidad de ser descubiertos y denunciados a la Gestapo.

 

Se hicieron las diez y media, las once, ningún ruido; por turnos papá y Van Daan venían a estar con nosotros. Entonces, a las once y cuarto, un ruido abajo. Entre nosotros se oía la respiración de toda la familia, pero por lo demás no nos movíamos. Pasos en la casa, en el despacho de papá, en la cocina, y luego... ¡en nuestra escalera! Ya no se oía la respiración de nadie, sólo los latidos de ocho corazones. Pasos en nuestra escalera, luego un traqueteo en la puerta giratoria. Ese momento no te lo puedo describir (Frank, 2011: 186).

 

En este caso verídico podemos ver un ejemplo concreto de cómo el vínculo con el entorno sonoro puede ser determinante en las acciones que el individuo desarrolla en dicho ambiente, adquiriendo el sonido un importante significado en las relaciones que se establecen.

 

Es importante observar que el término memoria reviste de una importante característica: es el relato o recuerdo de un pasado, desde un presente. Es decir, hoy recordamos qué pasó ayer; lo cual le da otras particularidades no menores a la noción de memoria, como el dinamismo y la multiplicidad.

 

Los recuerdos pueden cambiar, mezclar elementos reales con otros ficticios, desdibujarse con el tiempo. Por otra parte, en cada nueva lectura la memoria puede ser resignificada, los sujetos de la memoria se convierten, tarde o temprano, en sus objetos y son otros quienes dan nuevos significados a sus posteriores lecturas (Achugar, 2003: 204). A su vez, no podemos hablar de una única memoria, su relación con la percepción, su implícito recorte y la fugacidad de los hechos hablan de la posibilidad de que existan tantas memorias como sujetos las compartan. Y esto se hace mucho más notorio en el campo de la memoria colectiva, íntimamente relacionada con los factores sociales y políticos que luchan por dejar asentada su perspectiva de los hechos.

 

Como dijimos anteriormente, el oído es un importante factor de relación con el entorno, además del poder evocativo e inclusivo que caracteriza a los sonidos. Es por ello que creemos que el estudio de la memoria sonora se torna relevante en el caso de la historia argentina reciente, fundamentalmente en la experiencia concentracionaria durante la última dictadura cívica-militar.

 

A través de los diversos relatos de los sobrevivientes, se conocen las condiciones de detención que sufrieron los detenidos-desaparecidos durante su secuestro en los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio instalados por el gobierno inconstitucional a lo largo de todo el país. El aislamiento y el tabicamiento fueron parte de las prácticas habituales dentro de estos campos, como otros de los tantos mecanismos de tortura física y psicológica empleados por los represores para desestructurar y deshumanizar a los detenidos-desaparecidos. De este modo, ante la privación del sentido de la vista, la posibilidad de reconocimiento del entorno y de las diversas situaciones que se daban en él se efectuó, casi exclusivamente, a través del sentido de la audición. Es natural que la privación de un sentido repercuta en la agudización de los restantes, como podemos observar habitualmente en las personas con capacidades diferentes. Y esto también se hace evidente en los relatos de los sobrevivientes de los Centros Clandestinos de Detención en Argentina.

 

La memoria sonora en el relato de la experiencia concentracionaria en Argentina

 

Al relevar diversos testimonios brindados por los sobrevivientes de los Centros Clandestinos de Detención, se puede observar que gran parte de los relatos se sostienen sobre la base del recuerdo auditivo: el reconocimiento del espacio de reclusión, las rutinas y la previsión de las mismas, la presencia de compañeros y represores, y una enorme cantidad de situaciones son narradas a partir de lo que se escuchaba.

 

Cabe destacar que son muchos los textos y trabajos donde se hace referencia a la relevancia que tuvieron sentidos como la audición y el olfato en las condiciones de cautiverio en los Centros Clandestinos de Detención. Quizás el ejemplo más contundente en este sentido está dado por el informe de la CONADEP (1984), titulado "Nunca Más", donde se reconoce expresamente la asombrosa similitud entre los bosquejos realizados por los sobrevivientes de los campos y los que resultaron en definitiva del posterior relevamiento de los sitios efectuados por la Comisión, adjudicando esto a una agudización de los sentidos, principalmente el olfato y la audición.

 

Sin embargo, a pesar del reconocimiento consciente de esta situación, no fue posible encontrar otros estudios donde se analice con detalle o de forma específica la relación que los detenidos-desaparecidos establecían con los sonidos. La memoria sonora no ha sido abarcada como un complejo experiencial fenoménico a través del cual cada sujeto da sentido a su pasado, ni fueron especificados los vínculos que se constituyen entre los fenómenos sonoros y los individuos, en relación a su significación tanto en el pasado como en el presente.

 

Para esta investigación hemos establecido ciertos ejes de trabajo, con el objeto de estudiar la construcción del relato de los sobrevivientes a partir del recuerdo de los sonidos que percibían, relacionándolos con los significados que les atribuían en ese momento y con el vínculo que cada uno establece hoy en día con dichos sonidos. Es decir que nuestra labor excede la enumeración de los sonidos recordados y se focaliza, fuertemente, en la relación personal que cada uno de los sobrevivientes estableció con ellos. Dado que nuestro trabajo se focaliza en un relato subjetivo donde cada entrevistado pueda explicitar sentidos y sensaciones relacionadas con la percepción auditiva, no nos basta con relevar los testimonios ya brindados, sino que es preciso recurrir a nuevas entrevistas en profundidad con los protagonistas para poder llegar a una lectura honda del valor adquirido por los sonidos. Asimismo, en los relatos periodísticos, testimoniales o judiciales no hemos hallado referencias específicas a la significación de los eventos sonoros percibidos. Es posible encontrar una enumeración o mención de éstos, pero aun resta indagar en la valoración semántica que adquirían estando detenidos-desaparecidos.

 

Por otra parte, como mencionamos anteriormente, la memoria implica una perspectiva desde el presente, para lo cual también es preciso explorar qué relación mantienen los sobrevivientes con los sonidos más significativos de sus relatos; necesitamos saber no sólo que sentían e interpretaban ante esos eventos sonoros durante su cautiverio, sino también que les pasa hoy en día cuando escuchan esos sonidos.

 

Luego de trabajar durante la primera fase del proyecto en el desarrollo y fundamento del marco teórico, en esta segunda parte de la investigación hemos comenzado con el trabajo de campo realizando entrevistas con los sobrevivientes . En ambos casos se trata de mujeres. Una de ellas estuvo secuestrada durante casi tres meses en varios centros clandestinos del denominado Circuito Camps4. Lamentablemente no fue posible realizar más de una entrevista con ella dado que falleció a fines de 2010; sin embargo, es muy valiosa la información que pudimos tomar de ese encuentro para nutrir este estudio. La otra sobreviviente estuvo detenida-desaparecida durante seis meses, primero en El Banco y posteriormente en El Olimpo. En este caso, hemos realizado dos entrevistas de dos horas de duración cada una, quedando pendiente aún la concreción de un tercer y último encuentro.

 

El desarrollo del trabajo de campo está pensado en dos fases. Una primera instancia donde el principal eje trabajado es el recuerdo de los sonidos percibidos durante su cautiverio, y cuyo objetivo es la recolección de los sonidos propios del campo y de la vida anterior del entrevistado. Las sucesivas entrevistas se centran en las relaciones semánticas de dichos sonidos y su relación con el presente. La primera fase se desarrolla sobre la base de una entrevista semi-estructurada, mientras que la segunda etapa es de tipo abierta y se trabaja fundamentalmente con los temas y contenidos surgidos en el encuentro con el sobreviviente, y sobre los datos relevantes que son retomados de las entrevistas anteriores.

 

Es importante destacar que el trabajo con sobrevivientes de hechos traumáticos como los vividos en los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio, implica una gran responsabilidad por parte de los investigadores. El respeto por los tiempos -no solo materiales- del entrevistado es fundamental para establecer un vínculo de confianza, y así poder profundizar en sus relatos. Es por ello que el trabajo de campo se lleva adelante con la paciencia que la situación amerita. Asimismo, previa realización de las entrevistas, se relevan los documentos y testimonios del entrevistado con el objeto de evitar la revictimización de los sobrevivientes producto de la indagación sobre temas que ya fueron desarrollados y poder preguntar específicamente por las cuestiones referidas a la memoria sonora.

 

Cuando comenzamos este trabajo eran muchos más los interrogantes que las certezas: ¿cuáles son los sonidos que actúan como indicadores de peligro y cuáles forman parte de las rutinas establecidas? ¿Qué relación afectiva o emocional establecían en ese momento con dichos sonidos y qué sucede hoy cuando los escuchan? ¿Podían reconocer el espacio a través de los sonidos? La percepción auditiva y su correspondiente interpretación y significación, ¿se constituyeron como un mecanismo de supervivencia, de manera consciente o inconsciente?; entre otras tantas preguntas que nos hacíamos respecto al vínculo con la memoria sonora.

 

Si bien aun hay muchos interrogantes por despejar y mucho trabajo por realizar, también hay muchas respuestas que hemos podido encontrar y que han derivado en nuevas preguntas, enriqueciendo así el proceso de producción de conocimiento sobre las experiencias concentracionarias en nuestro país, y sobre la memoria sonora en general.

 

Una característica de la memoria es el hecho de que recordamos con más facilidad los hechos sorprendentes que los cotidianos. Esto surge de un estudio realizado por un equipo de investigadores del Laboratorio de la Memoria de la Facultad de Medicina de la UBA, dirigido por la Dra. Haydée Viola. Los miembros de este laboratorio llegaron a la conclusión de que -fisiológicamente- es la síntesis de proteínas lo que hace perdurable los recuerdos. Los investigadores pudieron verificar que las personas pueden promover un recuerdo de corto plazo a uno persistente cuando el primero se encuentra asociado a un hecho llamativo (Moncada et al, 2011).

 

En consonancia con este mecanismo fisiológico de la memoria, podemos observar que los recuerdos sonoros son mucho más fuertes al comienzo del cautiverio. El núcleo duro de los relatos, la caída y los primeros tiempos de secuestro, está cargado de sonidos y sentidos asociados a ellos. La atención de los detenidos-desaparecidos se concentraba en la obtención de la mayor cantidad de información del entorno y de las situaciones que se desarrollaban en él, y esto se hacía a través de la escucha e interpretación de los sonidos. Así, en los casos estudiados y en el material relevado, nos encontramos con un importante caudal de sonidos y significados durante las primeras semanas de cautiverio. Y muchos relatos coinciden en remarcar el sonido de la puerta de ingreso al Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio. Para las dos entrevistadas, el sonido de la puerta que se cierra detrás de ellas es uno de los que más recuerdan y significado adquiere en sus narraciones. Esta constante se relaciona con la incertidumbre que esta situación generaba. El imaginario de la época era el fusilamiento posterior a la detención, apoyado en los relatos sobre hechos como los ocurridos en el basural de José León Suarez5. Sin embargo, el choque con esa no-vida/no-muerte que implicaba la condición de desaparecido cargó de significados expresivos el sonido de los portones de ingreso a estos centros.

 

También notamos en los relatos que, a medida que transcurre el tiempo de secuestro, la atención se dispersa y los recuerdos se vuelven menos detallados. En esto influyen dos factores importantes. En primer lugar, el tiempo que una persona puede mantenerse en estado de alerta es limitado; la atención constante implica un incremento en el estrés del individuo que, si supera un cierto punto, puede provocar rupturas psíquicas en la estructura psicológica de la persona6. Por lo tanto, un mecanismo de protección inconsciente es la dispersión de la atención pasado cierto tiempo. En segundo lugar, también hemos podido observar que, una vez que el detenido-desaparecido logra establecer una cierta relación con los compañeros más próximos, la atención al entorno también se dispersa levemente. De algún modo, es como si se compartiera con los otros ese estado de alerta, permitiendo esto una cierta distensión.

 

Otro factor relevante que pudimos observar es el uso del sonido como elemento de denostación de poder por parte de los represores. Ambas entrevistadas hacen mención al uso de gritos, golpes en las puertas, pisadas fuertes y otros sonidos de gran intensidad como herramienta para atemorizar y demostrar quienes tenían poder dentro del microsistema social que implica el campo de concentración. Sin embargo, hay una diferencia destacable entre un relato y otro. En el caso de la entrevistada que estuvo cautiva en el Circuito Camps, los sonidos fuertes son atribuidos a la patota; la aparición del grupo de tareas y los torturadores era acompañada por golpes contra las puertas, gritos, portazos de autos. En cambio, en el caso de la sobreviviente del Circuito ABO, los represores sólo utilizaban ese juego de gritos y sonidos fuertes durante los interrogatorios, pero en el trato cotidiano con los detenidos-desaparecidos los modos utilizados por ellos eran más calmos. En su relato podemos observar que quienes demostraban su poder con los sonidos fuertes eran algunos guardias; es decir, el escalón más bajo dentro de las jerarquías represivas en los Centros Clandestinos. Sin embargo, más allá de la diferencia marcada, el sonido actuó como elemento de demostración de poder ante los detenidos-desaparecidos por parte del cuerpo represivo. Esto nos lleva a preguntarnos acerca del valor del sonido como mecanismo de jerarquización y autoritarismo, interrogante sobre el cual aún nos encontramos trabajando con gran interés.

 

En el relato de la entrevistada que estuvo secuestrada en El Banco y El Olimpo pudimos observar que uno de los elementos que mejor recuerda y que más valor tienen para ella es el sonido de las voces, tanto de sus compañeros como de los represores. Ella recuerda cómo sonaban esas voces, sus timbres, lo cual es, por otra parte, la huella distintiva de los sonidos. De algún modo, su memoria grabó esas huellas sonoras de forma que, al rememorarlas, parecería casi como si las estuviera escuchando en ese momento.

 

También ese es un ruido, de la chilena, también, esa voz... de Cristina, que la habían enloquecido a Cristina, la enloquecen...literalmente... porque la torturan sistemáticamente, no [sólo] al principio, si cuando estaba en Olimpo también, la siguen... Julián se la lleva y bueno... la enloquecen, y esta cosa que ella sale del tubo de su celda y dice "¡me voy!" con esa vocecita que tenía (...) entonces los compañeros trataban de meterla otra vez en la celda para que no le pasara nada... y su voz... (Entrevista Isabel Cerrrutti, 10/02/2011).

 

La voz de esa compañera quedó grabada en la memoria de esta sobreviviente de modo tal que recuerda el timbre, al cual después caracteriza como tierno y apenado. Otro ejemplo claro de la relación que esta sobreviviente establece con las voces se da con uno de los represores.

 

.. era Cacho...un represor, esa voz la recuerdo, que me dice "escribí en este papel a donde querés que llevemos a tu hijo" esa voz, recuerdo la voz. No solamente lo que me dijo (...) esas voces las recuerdo bien, lo que pasa que no las puedo reproducir. Pero no como otras voces. No por ahí como la voz de los que me torturaron físicamente. Recuerdo si lo que me decían y cómo me lo decían, pero no la voz. La voz que recuerdo [es] de este tipo Cacho, que bueno, Feitos7  es el apellido real...cuando me dice esto, supongo por el contenido, digamos por todo lo que implicaba... (Entrevista Isabel Cerrutti, 10/02/2011).

 

En este caso podemos observar cómo es ella misma quien nota el significado especial que tenían todos los elementos sonoros relativos a su hijo. La necesidad de saber qué ocurría con el él llevó a que el sentido auditivo trabajara al ciento por ciento; de modo que más de 30 años después recuerda un timbre de voz específico.

 

En estos dos ejemplos se refleja claramente cómo el factor emocional incide en la perduración y significación de los recuerdos sonoros. Dentro del relato de esta sobreviviente la comunicación con sus compañeros es fundamental, ella se sostiene en su relación con los otros al punto que en muchas ocasiones construye su relato personal desde el nosotros. Dentro de los Centros Clandestinos, la solidaridad y la búsqueda de apoyo en el otro fueron mecanismos de resistencia fuertemente utilizados por los detenidos-desaparecidos. Es probable que el recuerdo de algunas voces escuchadas allí perdure tan claramente en sus memorias debido al valor emocional que adquirieron en aquel momento.

 

En este sentido, dado que el impacto emocional de los hechos repercute directamente en nuestra capacidad de almacenarlos en la memoria, podemos notar en el caso de la sobreviviente del circuito ABO la relevancia que tienen en su relato dos elementos: el sonido de las voces de sus compañeros y los sonidos referidos a su hijo. El pequeño, de alrededor de un año y medio, fue secuestrado junto con su madre y mantenido en cautiverio algunas horas, hasta que fue entregado a sus abuelos maternos. En ese lapso, como mencionamos anteriormente, ella mantuvo especial atención en los sonidos que podían ser indicios del estado de su niño, al punto que recuerda nítidamente y sin dudas el timbre de la voz del represor que se llevó a su hijo.

 

El recuerdo de los sonidos que involucran el estado de su hijo en el campo de concentración no sólo quedaron fuertemente grabados en su memoria sonora, sino que resignifican situaciones actuales en contextos diversos: hoy en día, escuchar un niño pequeño llorar y no saber el motivo es una situación que le causa una inmensa angustia, lo que se asocia claramente a ese primer momento de detención, cuando oye llorar a su hijo.

 

Estos ejemplos nos permiten afirmar que la memoria sonora guarda un fuerte componente emocional. El valor que toman los sonidos de nuestro entorno se relaciona con los movimientos afectivos que despiertan en nosotros, excediendo su sentido como fenómeno físico y constituyéndose como parte de un texto sonoro factible de ser leído e interpretado.

 

Otro elemento que podemos destacar de las entrevistas es que se manifiesta claramente la polisemia del sonido. Dos personas pueden interpretar significados diferentes ante la presencia de un determinado sonido; y es posible también que un mismo individuo adjudique significados distintos a un mismo sonido, de acuerdo a las circunstancias dadas. El sonido no tiene valores absolutos sino relativos al contexto de escucha, por lo que su significado comunicacional sólo puede juzgarse a partir de una perspectiva que involucre el contexto completo, tanto en un sentido medio ambiental como social y cultural.

 

En el caso de la sobreviviente del Circuito ABO, el sonido de las puertas de la celda abriéndose toma dos valores opuestos, según el momento del día: es el sonido que más temor le generaba por las noches, mientras que durante el día le resultaba tranquilizador. Ella nos relata que el sonido que mayor intranquilidad le causaba era el de la puerta de una celda abriéndose de noche, porque era inminente que se llevaban a un compañero. En cambio, ese mismo sonido durante el día, sobre todo por las mañanas, le generaba cierta tranquilidad, sentía que la noche había pasado. De algún modo, en su interior funcionaba un saber cultural que todos tenemos incorporado cuando pensamos en la noche y la oscuridad como un momento de vulnerabilidad. Lo llamativo de este hecho es que según los testimonios, incluyendo el de la misma sobreviviente, no había dentro de la lógica concentracionaria una distinción entre el día y la noche en relación a las situaciones de peligro que se daban. Es decir, la tortura tanto física como psicológica se podía dar en cualquier momento del día. Sin embargo, instintivamente surge en la entrevistada una clara diferenciación entre el peligro de la noche y la tranquilidad del día.

 

Cuando definimos anteriormente el concepto de memoria sonora nos referimos a él como una construcción basada en la experiencia social, cultural, emocional y hasta psicológica. Los sonidos que recordamos son aquellos que toman un valor concreto para cada uno, y ese sentido se funda en un vínculo con el entorno, que puede ser permanente o circunstancial, pero en cualquiera de los casos será significativo para el individuo.

 

La sobreviviente del Circuito ABO recordó en una de las entrevistas realizadas que estando secuestrada en El Olimpo le resultaba placentero escuchar la lluvia cayendo en el techo de chapa. Lo significativo de este hecho es que previo a su detención, no recuerda tener ningún registro particular en relación a la lluvia. En cambio, hoy en día también disfruta oír la lluvia caer cuando sabe que sus hijos están protegidos en sus hogares. Si bien no tenemos en esta instancia herramientas concretas para realizar una afirmación al respecto, no resulta muy arriesgado notar la relación que la sobreviviente estableció con el sonido de la lluvia a partir de su experiencia concentracionaria. De hecho, es un elemento donde podemos observar claramente cómo se construye la memoria sonora a la cual nos referimos en este trabajo.

 

Otro elemento que debemos considerar en el análisis del vínculo subjetivo que se establece con los sonidos está dado por la percepción de la espacialidad de los sitios de detención ilegal a través del sentido auditivo, como es el caso de este fragmento de la entrevista realizada a la sobreviviente del Circuito Camps.

 

.. empezabas a escuchar primero los pasos de los guardias porque eso era una "T", el pasillo donde estuve el primer día por ejemplo, que era una T...te das cuenta por el sonido de los pasos del guardia...que hacía así [describe el recorrido en T]...todo el tiempo. Y había gente en todas las paredes de esa T. Entonces después cuando ya sabías por los pasos de los guardias que iban para allá...vos podías hacer así y mirar (Entrevista Adriana Calvo, 27/08/2010).

 

Por otra parte, en la entrevista con la sobreviviente del Circuito ABO pudimos constatar que la percepción del espacio tuvo una estrecha vinculación con la relación que ella estableció con cada uno de los centros ilegales donde estuvo detenida-desaparecida. El primer lugar donde fue llevada es el campo de concentración conocido con el nombre de El Banco. El registro espacial que ella mantiene de ese sitio es la sensación de que los sonidos estaban encima suyo, como si todo fuese pequeño. De acuerdo a su testimonio, y a partir del material relevado por la CONADEP y los organismos de derechos humanos en relación a los espacios de detención clandestina, pudimos establecer que la sobreviviente estuvo alojada en una de las 50 celdas que se encontraban alejadas del sector donde estaba la celda colectiva. En su relato cuenta que se hallaba junto a uno de los patios utilizados para golpear con cadenas a los detenidos-desaparecidos. La sensación de sonidos muy encimados se condice con las características del sector donde estuvo detenida. Por otra parte, cuando es trasladada a El Olimpo y llevada al Sector de Población, la entrevistada fue alojada en una de las últimas celdas, dentro del sector más alejado de la entrada al campo y de las salas de tortura. La percepción que ella describe aquí es de sonidos muy lejanos, incluso su sensación era que se trataba de un lugar enorme. Si bien es posible que el espacio haya sido mayor que el que había en El Banco, el tamaño de las celdas no se diferenciaba notablemente. Es probable que la sensación de sonidos lejanos se fundamente en que el Centro Clandestino había sido recientemente construido, y que el cemento aun fresco haya actuado como superficie refractante generando que los sonidos se perciban con una gran reverberación. Esta situación tendería a producir la percepción de hallarse en un lugar muy grande.

 

Pero también es probable que ciertos componentes emocionales tengan relación con esta diferenciación en los tamaños de los espacios. Como dijimos anteriormente, el núcleo duro de los relatos de sobrevivientes se puede encontrar en los momentos posteriores al secuestro, lo que comúnmente se llama "la caída". Por lo tanto, creemos que la sensibilidad de la entrevistada es mayor durante el período de detención en El Banco que en El Olimpo. Por otra parte, también son muy diferentes las dos situaciones de detención: en una se hallaba al lado de un espacio de tortura y podía oír las voces y gritos de otros detenidos-desaparecidos, incluso en una ocasión reconoce a un compañero de militancia; en Olimpo, en cambio, su celda estaba alejada de las salas de tortura, lo cual también implica la posibilidad de dispersar la atención y aliviar la situación de estrés psicológico.

 

Un elemento que destacamos previamente fue el registro de los timbres en la memoria sonora, fundamentalmente en el caso de la sobreviviente del Circuito ABO. En este sentido, también debemos mencionar otro elemento que se destaca en su relato: los pasos. El reconocimiento de los pasos cumplía una importante función de alertar sobre peligros próximos, como pudimos constatarlo en el fragmento de la sobreviviente del Circuito Camps citado previamente. Hay una distinción muy clara de dos tipos de pasos, los de otros compañeros y los de los represores, que para ella resultaban inconfundibles. Incluso hoy en día, una de las entrevistadas recuerda claramente el sonido de los pasos de los represores y la sensación de temor persiste, tal como se daba estando detenida-desaparecida.

 

Finalmente, debemos mencionar un elemento más que surge del análisis de los testimonios orales recabados. La percepción sonora se caracteriza por adjetivarse a través de constantes asociaciones con otros sentidos. Hablamos de sonidos suaves, dulces, metálicos, oscuros. La intangibilidad y fugacidad del fenómeno sonoro determina que, de forma semejante a lo que sucede con el olfato, se apele a sinestesias para referirnos a sus características y a las sensaciones que producen. Es notorio cómo en los testimonios de sobrevivientes se pueden encontrar algunas sinestesias destacables. Una de las más comunes tiene que ver con el olfato, como en el caso de la sobreviviente del Circuito Camps entrevistada, quien se refiere al olor a miedo que se podía percibir en la celda colectiva de los hombres.

 

Por otra parte, y en lo que respecta a las sinestesias sonoras, podemos encontrar en el relato de la sobreviviente del Circuito ABO una mención al "sonido del miedo" que vale la pena citar.

 

...después me enteré que en ese mismo camión y en otros del traslado habían pasado cosas similares, y que la mayoría de los compañeros no sabían qué iba a pasar... una situación de miedo, ¿no? Que tiene un sonido especial, cuando mucha gente [tiene miedo], este decir y no decir, viste? (Entrevista Isabel Cerruti, 10/02/2011).

 

Esa mención al sonido particular del miedo se repite en diversos momentos de la entrevista, y en todos los casos la sobreviviente lo presenta como un sonido que no se puede describir a través de las palabras. Asimismo, también apela al término sonido para describir situaciones de fuerte impacto emotivo, que involucran otros sentidos.

 

El último sonido que recuerda haber escuchado dentro del campo antes de su liberación, fue el de la despedida con los compañeros que se quedaban. De hecho, reconoce que no sabe si se trató de un sonido, pero que para ella lo fue. Y aquí es donde también se manifiesta la dimensión mítica de la memoria. El relato de la despedida de sus compañeros, sin saber con certeza si, efectivamente, iba a ser liberarla y la incertidumbre por el destino de los que se quedaban, tiene un cierto grado de confusión provocada, claramente, por las distorsiones propias de la memoria emotiva.

 

... no es un sonido pero para mí lo fue. Eh...o yo le puse sonido. No sé. Cuando pasamos, para salir hay una reja en la entrada, en forma transversal, ahí en la entrada del pozo, y detrás están los compañeros. Y alguna voz o algo...que me saludan, o yo saludo, a los compañeros que quedaban en el pozo. Para mi... es un sonido enorme. Y esas caras que yo veo que están del otro lado, yo...era muy raro porque yo no sabía que iba a pasar conmigo. Pero a la vez pensaba que... por ahí me liberaban, que se yo. Y la cara...porque... es como que ellos estaban contentos, eso, me daba como la pauta de que en realidad me iban a liberar. No me acuerdo exactamente qué dijimos (...) pero en ese momento no sabía que iba a pasar con ellos, pensaba que se quedaban y que...que iban a morir. Pero no sé porque digo que es sonido, era algo más fuerte que verlos (Entrevista Isabel Cerruti, 10/02/2011).

 

En este fragmento de la entrevista podemos observar la construcción de un relato confuso pero altamente vinculado a los movimientos afectivos que el recuerdo conlleva. No sólo en relación a las sensaciones vividas en aquel entonces, sino también como resultado del accionar del presente en esa construcción. Por otra parte, como dijimos anteriormente, esas situaciones de gran impacto emocional son descriptas como sonidos por la sobreviviente, excediendo los elementos específicamente sonoros e involucrando otros sentidos, como la vista y el tacto, en una sinestesia de alta complejidad.

 

Conclusión

La labor realizada hasta el momento nos acerca algunas de las respuestas a las preguntas con las que iniciamos este trabajo. Sin embargo, resta aun mucho por hacer en el terreno de la memoria sonora.

 

El marco teórico construido se mostró sólido ante la lectura de los testimonios orales que pudimos obtener. Cabe destacar, como se dijo anteriormente, que el trabajo con personas que hayan pasado por una experiencia concentracionaria requiere de mucho tiempo, no sólo en las entrevistas para lograr la mayor profundidad posible, sino también en el proceso de relevamiento previo a los encuentros. Nuestro objetivo no es revictimizar al sobreviviente, por lo que el momento de la entrevista es el final de un largo camino de confianza construida con cada testimoniante.

 

Aunque es mucho el trabajo de campo que se ha realizado en este sentido, también es mucho lo que queda por hacer, por lo que solo nos atrevemos a pensar de manera provisoria algunas de las respuestas y análisis esbozados en este trabajo. Sin embargo, creemos que hasta el momento las conclusiones obtenidas sirven como sustento de la relevancia que resaltamos al indagar en este aspecto de la memoria.

 

En los relatos analizados se puede observar un fuerte incremento de la atención al sentido auditivo, fundamentalmente en el núcleo duro de las historias. En esta instancia podemos observar cómo el oído aporta información sobre las características físicas de los ambientes, la ubicación de celdas, pasillos, guardias. Asimismo, inicialmente nos preguntábamos acerca de los elementos que apoyaron a los detenidos-desaparecidos en los diversos mecanismos de supervivencia que emplearon, de forma consciente o inconsciente. Y en el relevamiento de la memoria sonora de los casos explicitados, al igual que en testimonios judiciales brindados en las causas actuales, pudimos constatar que las voces y la comunicación con otros compañeros fueron determinantes en la reestructuración interna de los sobrevivientes. En este sentido, la capacidad de recordar los timbres de las voces, tanto de represores como de otros detenidos ilegales, es el factor central de este eje comunicacional.

 

También pudimos constatar, hasta el momento, que ciertos sonidos cobraron valores que exceden el fenómeno físico, a partir del relato de sus experiencias en los Centros Clandestinos. Tal es el caso que ejemplificamos con la lluvia para la sobreviviente del Circuito ABO.

 

Sin embargo, creemos que una de las cosas más importantes que surgieron hasta el momento es la línea de trabajo sobre la significación posterior de entornos sonoros, en función de sus experiencias personales en los Centros Clandestinos de Detención. Al respecto, tenemos el caso de una de las entrevistadas que recuerda haber percibido la maternidad de un hospital público de forma muy semejante a su recuerdo sonoro del campo de concentración. El relato parte de su propia experiencia varios años después de ser liberada, luego del parto de su hija, cuando escuchaba los gritos de las otras parturientas, los carritos metálicos que iban y venían, las puertas y el movimiento de las enfermeras. La sensación que nos relata es de haber revivido a través de esos sonidos el estado de vulnerabilidad que sentía estando desaparecida. La profundización de esta línea de trabajo nos aportará un mayor entendimiento acerca de la construcción de la memoria sonora y de los fenómenos sensoriales y perceptivos que involucra.

 

Este trabajo de investigación abre un nuevo enfoque en relación a la memoria colectiva y la historia reciente argentina. Así, también se inauguran nuevas líneas de trabajo inter y transdisciplinario, con la posibilidad de aplicar los conocimientos producidos en este trabajo a otros campos de las ciencias sociales. En este sentido, el concepto de memoria sonora no sólo es factible de ser analizado desde la perspectiva de la antropología, la etnografía y la etnofonía; sino también como una herramienta de estudio de la historia oral. Asimismo, también creemos que es posible articular estas nociones con conceptos de la nueva museología y la gestión patrimonial, proponiendo otras perspectivas de análisis que nos permitan comprender el presente como una construcción donde confluyen las experiencias y memorias pasadas.

 

Creemos que la comprensión de estos mecanismos es el punto de partida para fortalecer los procesos de la memoria colectiva desde la diversidad de aspectos que la componen. La lectura que las futuras generaciones hagan de estos hechos dependerá en gran medida de los cimientos sobre los cuales se asiente la memoria. El relato oral nos aporta un gran caudal de información, pero sobre todo de significaciones y valoraciones personales y colectivas que construyen una relación diferente con las futuras generaciones, ya no solo basada en el hecho concreto tal como sucedió, sino también en el vínculo afectivo que podrán establecer con ellos y que serán determinantes, como parte del componente emotivo del mensaje, en la perdurabilidad de esta memoria que se escribe día a día.

 

 

Referencias Bibliograficas

 

 

Entrevistas:
Adriana Calvo, sobreviviente de los ccdtye Brigada de Investigaciones de La Plata, Pozo de Arana, Comisaría 5ta de La Plata, Pozo de Banfield. Entrevista realizada el 27/08/2010.
Isabel Cerruti, sobreviviente de los ccdtye El Banco y El Olimpo. Entrevistas realizadas el 9/01/2009 y el 10/02/2011.
Daniel Kersner, especialista en Psicología Médica y psicoterapeuta, miembro del comité ejecutivo de EATIP. Entrevista realizada el 26/03/2010.


Notas

1)El proyecto se realiza en conjunto con el CEPSA, Centro de Estudios en Producción Sonora y Audiovisual, dependiente del Departamento de Humanidades y Artes.

 

2)Para una mayor profundización de estas corrientes es posible referirse al trabajo realizado por el Word Soundscape Project y su fundador Murray Schafer. También se pueden observar experiencias actuales llevadas a cabo, por ejemplo, por la Fonoteca Nacional de México.

 

3)Si bien en este trabajo se referencian las entrevistas realizadas a dos sobrevivientes, hemos realizado encuentros con más sobrevivientes que aún se encuentran en una fase descriptiva, y no fueron incorporados aún a la etapa analítica.

 

4) El circuito recorrido fue: Brigada de Investigaciones de la Plata, Pozo de Arana, Comisaria 5ta de La Plata, Pozo de Banfield.

 

5) Nos referimos al fusilamiento de 12 civiles (de los cuales 7 sobrevivieron) el 9 de junio de 1956, durante el gobierno inconstitucional de Pedro Aramburu, y que posteriormente diera lugar a la investigación periodística de Rodolfo Walsh publicada en Operación Masacre (1957).

 

6) Comunicación personal de Daniel Kersner, médico especialista en Psicología Médica y psicoterapeuta, miembro del comité ejecutivo de EATIP (Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial). Entrevista realizada el 26 de marzo de 2010.

 

7)Miembro del Ejército, imputado como jefe del grupos de tareas que actuó en el ccd Vesubio.